De todos es sabido que la publicidad existe desde el momento en que alguien quiso vender o intercambiar algo a alguien que tenía capacidad de elección entre distintas ofertas. Llegó el momento de diferenciar nuestro producto o servicio del de la competencia por mínima que ésta fuera.
No, no voy a hablar de la historia de la publicidad, si no de comunicaciones bastante más cercanas en el tiempo. Mi buen amigo y extraordinario profesional, y no menos apasionado, de la publicidad, John Hayward, me ha hecho llegar unos anuncios de finales del Siglo XIX y principios del XX. Son anuncios sobre productos que hoy día está prohibida su comercialización, que no su uso, ya que es recetado en condiciones muy concretas de salud.
Quinina y Cocaína
Aquí tenemos un pisapapeles que hoy iría incluido dentro del merchandising de la compañía C.F. Boheringer & Soehne en Manheim, Alemania. Entonces solo era eso, un pisapapeles en el que se había grabado no sólo un anuncio si no algo que muchas empresas de hoy día olvidan que deberían añadir en cada comunicación e identidad corporativa, tarjetas, carpetas, presentaciones etc, que no es otra cosa que su concepto diferenciador, en este caso su condición de liderazgo, como es "Los mayores fabricantes del mundo de quinina y cocaína"
Tableta de Cocaína (1900)
Este anuncio no solo resalta las ventajas del consumo de las tabletas de cocaína que "calman instantáneamente el dolor de garganta y que tienen un efecto reanimador" sino que además van dirigidas a un público objetivo concreto "Indispensables para los cantantes, maestros y oradores".
Gotas de Cocaína para el dolor de muelas (1885)
La imagen nos muestra el público objetivo de estas gotas de cocaína, el infantil. No sólo sirven para aliviar a los niños el dolor de muelas sino que además el efecto es instantáneo, concepto que le "diferencia" de otros posibles remedios que los padres (las madres habitualmente) pudiesen encontrar.
Las Leyes de Marketing y de la Marca (Jack Trout, Al Ries, Laura Ries) siguen vigentes y lo seguirán más aún con el aumento tan espectacular de la competencia. Ya no competimos con nuestros vecinos o compatriotas si no que, debido a los avances tecnológicos, nuestra competencia se puede encontrar en cualquier parte del mundo a cualquier hora, cualquier día.
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