Es realmente complicado conseguir realizar estudios acerca de nuestro comportamiento como consumidores a pesar de que muchos de esos estudios se esfuercen por buscar fórmulas que muestren de la forma más acertada posible nuestras pautas de comportamiento.
Muchas de las investigaciones que se llevan a cabo en los accesos a grandes superficies con la intención de preguntar qué es lo que vamos a comprar, suelen encontrarse con que la intención o lo que se ha asegurado que iba a ser la compra difiere en mucho del resultado final. Para mí se trata de algo inherente al individuo. Es decir, es lógico que no compartas con ningún desconocido ni tus intenciones de compra y menos aún las motivaciones que te llevan a ella. Sobre todo si se está en tiempos de crisis.
Entiendo que preguntar sobre las compras ya realizadas puede dar mayor juego y resultado, aunque hay que saber discernir entre lo comprado, lo que se pensaba comprar (Quizá un cambio de marca por precio u otro motivo) y lo que le hubiera gustado comprar. En la mayoría de los ocasiones, para mí no tiene sentido pedirle a alguien que diga lo que hará en un supuesto concreto, me refiero a considerar la respuesta como cierta. En relación a la imagen que apoya este texto, (estudio realizado en México) dudo que el consumidor sepa con certeza cómo actuará si su marca cambia de estrategia. Lo más probable, desde mi punto de vista, es que ese cambio afecte a la relación de la marca con sus clientes actuales.
Sin embargo hay otros estudios que complican aún más la labor de los investigadores, como el que recoge Marketing News que nos habla del University College de Londres y su modelo estadístico para averiguar cuándo un consumidor está más predispuesto a cambiar de marca o a comprar un producto nuevo. Estudios aparte, a todos nosotros se nos ocurrirían diferentes motivos basados en nuestra propia experiencia. Quizá una pérdida de calidad, subida de precio injustificada, dificultad de encontrar el producto, quizá presupuesto etc.
“Así, cuando el cliente obtiene un beneficio
subjetivo y emocional tras la compra de un producto (bienestar,
satisfacción, placer por un sabor, una sensación, etc.) tiene más
posibilidades de seguir comprándolo. Mientras que, si el beneficio se
basa en recompensas objetivas, hay más probabilidad de arriesgarse con
un producto nuevo y reiniciar el ciclo de compra” explica la experta en
neuromarketing y publicidad Isabel González. (Marketing News)
En mi opinión se puede referir, entre otros supuestos, a que las empresas que basan su esfuerzo de marketing en el precio más bajo, pensando que es suficiente para atraer a los clientes, los pueden perder por el mismo motivo. Como dicen JacK Trout y Al Ries, todo el mundo tiene acceso a un lápiz para hacer números. Hay que ofrecer algo diferente.
“En
este punto, la publicidad emocional es clave para conseguir fidelizar a
un consumidor que se identifique con la marca y no quiera probar nuevas
alternativas. El objetivo consiste en hacer que ese cliente se
identifique con los valores del producto y proyecte sentimientos
positivos para él"
Totalmente de acuerdo. Cuando nos sentimos orgullosos o satisfechos con un determinado producto/servicio será muy complicado que cambiemos a otros. En esta situación estamos convencidos que el riesgo de exponernos a una nueva marca que no nos satisfaga es muy elevado. A veces, como decía al principio, hay circunstancia que empujan al cambio, no ya por estar descontentos con el producto sino que pueden influir otros factores.
Todo lo expuesto me lleva a un punto, en relación a las interpretaciones de la actitud de los consumidores a la hora de comprar, que me resulta al menos curioso. Viene recogido en el estudio anteriormente mencionado y que se refiere a los obstáculos para cambiar de marca. Creen desmontar la teoría del marketing que achaca esta reticencia al cambio a que el producto lo considera más fuerte, competitivamente hablando, o al impacto publicitario. En mi opinión, creo que el branding va mucho más allá, pero lo realmente curioso es lo que sigue:
El estudio afirma que nuestro pasado instintivo y animal es el que impide o dificulta que el consumidor se decante por nuevas marcas y/o productos. Es decir:
"Así, nuestros antepasados omnívoros se enfrentaron a un mundo en el que muchas de las cosas que podían comer eran perjudiciales. De este modo, lo único que les daba seguridad era repetir varias veces un mismo producto para comprobar que no se producía ningún efecto negativo y, por tanto, era seguro. Aunque las estanterías de los supermercados contienen poco peligro, ese miedo a lo desconocido sigue guiando nuestras elecciones"
No soy quién para poner en duda la investigación de expertos. Pero no deja de sorprenderme que actitudes de hace miles de años gocen de tanta vigencia hoy en día. Partiendo de la premisa "muchas de las cosas que podían comer eran perjudiciales" premisa que no es aplicable en la actualidad. No creo que en un supermercado, excepto por cuestiones de índole personal, haya un producto que sea perjudicial. Y si lo hubiera no creo que tuviera nada que ver con los que se podían encontrar nuestros antepasados.
Tenemos la gran fortuna de vivir una época en la que disponemos de un sinfín de variedad, de contraste y podemos disfrutar de ello. Eso no quiere decir que no mantengamos unas marcas/productos de uso habitual, pero sin olvidar que lanzarse a probar nuevas propuestas puede ser beneficioso. Siempre hay tiempo para regresar a lo conocido.
Posiblemente esté equivocado, pero hay interpretaciones de la conducta de los consumidores que complican aún más si cabe los estudios a los que me refería al principio.
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